Acá entre nos

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Acá entre nos

 

Alejandro Moguel

 

Expulsan a grupos caciquiles

Es triste decirlo, pero Pantelhó es una muestra de cómo en algunas localidades mexicanas las estructuras sociales e institucionales están desmoronándose fácilmente. Han estado prendidas con alfileres. Su principal sustento, que debería estar basado en la legalidad y la legitimidad, está ausente. Se ha perdido.

Los ciudadanos tienen la oportunidad cada tres años de elegir a sus autoridades municipales y, con todos los defectos de la democracia mexicana, eso sucede. Los alcaldes elegidos satisfacen en gran medida a sus gobernados. Con todos los altibajos que puedan estar desempeñándose en el transcurso del trienio, los presidentes municipales, sus síndicos y sus respectivos regidores terminan sus trienios y el proceso se repite cada tres años. Los núcleos sociales caminan y conviven entre sí en medio de una normalidad democrática.

Sin embargo, eso se perdió totalmente en esa localidad indígena chiapaneca. Colapsó la armonía y un grupo de ciudadanos decidió hacerse justicia por propia mano, ante la ausencia de las instituciones.

Fue así que, de manera repentina, apareció el grupo de autodefensas El Machete, realizó cateos ilegales, detuvo a ciertas personas que, a su juicio, pertenecían a una banda de criminales y tomó el control de la cabecera municipal.

Una tarde de domingo, de pie, formados en filas y bloques humanos, al estilo de la milicia, uniformados y con sus armas largas al hombro, se mostró ese grupo frente a representantes de la prensa nacional y una agente de la Secretaría de Gobernación, como si fueran cualquier cosa. Al día siguiente, orondos aparecieron en portadas de los principales diarios de circulación nacional y en las pantallas de televisión en los programas de noticias de mayor audiencia. Una muestra más que es letra muerta la Ley Federal de Armas de Fuego en México, o que las autoridades la aplican en forma selectiva, solamente cuando les conviene.

El siguiente paso de El Machete fue arroparse con las 85 comunidades de la localidad para correr a la Guardia Nacional y a las demás corporaciones federales y estatales, hasta dejar a todos sus elementos afuera de la cabecera municipal, como simples espectadores, sin autoridad alguna, como un florero.

Su plan les está saliendo súper bien. El siguiente punto era tomar el control político de la región y pusieron la petición sobre la mesa de negociaciones: la renuncia de la actual alcaldesa Delia Janeth Velasco Flores y de su esposo, Raquel Trujillo Morales, ambos del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a la sazón su sucesor en el cargo, porque ganó la elección del seis de junio pasado.

Y ayer, el Congreso del Estado dio la validez legal de ese tema: los legisladores operaron para hacer renunciar a los aludidos para desaparecer al Ayuntamiento y en su lugar nombrar a un concejo municipal. Llamaron ahí mismo a Pedro Cortés López, como consejero presidente, Miguel Hernández Pérez y Sandra Luz Gutiérrez Cruz, y les tomaron protesta del cargo. Pronto sabremos qué sigue, porque la película no termina ahí.

El asunto está claro: los partidos políticos, los grupos caciquiles y las mismas autoridades de la región se prestaron al juego de que creciera el poder político de la pareja de alcaldes. Fue impuesta ella hace tres años y fue impuesto él en los comicios del presente 2021. La gente se cansó, se organizó, se armó y decidió actuar. Lo está haciendo. Están sacando a patadas a las familias caciquiles.

Falló la política. Fallaron las instituciones. Si es un solo caso, o son pocos casos y la vida social retorna a la normalidad, de acuerdo con sus usos y costumbres, todo estará bien. El problema sería que el mal ejemplo cundiera y se repitiera en otros lados.

Email: alexmoguels@hotmail.com

 

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